Dice el escritor
mexicano Doménico Cieri Estrada: “El tiempo es como el viento, arrastra lo
liviano y deja lo que pesa”. Pocas definiciones describen mejor lo que ocurre
con todos aquellos lugares envueltos en misterio que sobreviven al imperdonable
paso de los años. Supervivientes que han superado la dura batalla entre el vandalismo
y el estrago del abandono, que en la mayoría de los casos desemboca en ruinas. Desafortunadamente
en España, son pocos los lugares que reúnen semejantes características. Ese
halo de misterio que cualquier investigador, aficionado o curioso, busca
encontrar en sus recorridos ha sido “arrastrado”… extinguido. Sin embargo, hay
ocasiones en los que el “peso” es superior a la fuerza en la que sopla el
viento, casos en los que el misterio o la propia historia late demasiado fuerte
como para ser silenciada. Ejemplo de ello es el antiguo acuartelamiento aéreo
de la Sierra Aitana.
Una construcción, que entre todas las que he tenido la oportunidad de visitar merece
la pena destacar.
Hace apenas un
año en que decidimos armarnos con las linternas, la cámara de fotos, el mapa y
dirigirnos hasta este majestuoso complejo. Aquella noche refrescaba… la brisa
de aquel viernes de principios de junio se resistía a marcharse, dejando paso
al calor del verano. Conforme avanzábamos por aquella carretera en forma de
serpiente, conocida como “CV-770” ,
nuestro corazón latía con más fuerza. El vehículo se había convertido en un
espacio de tertulia en el cual comentábamos los numerosos fenómenos que
rodeaban el lugar. No quedaban relegadas las historias de fantasmas o seres del
Más Allá, sin embargo las que más destacaron fueron las historias de
extraterrestres. Se comenta que a siete escasos kilómetros del acuartelamiento,
donde se encuentra el Escuadrón de Vigilancia Aérea Nº 5, un haz luminoso chocó
contra las instalaciones de la base. Parece ser que aquello sucedió en el año
1975, exactamente el 21 de julio. Dos de los soldados que vigilaban el radar
situado en el punto geodésico de la provincia de Alicante, fueron testigos de
ello. Incluso se dice que aquel objeto no identificado, estrellado a 1558 metros de altitud,
estuvo muy cerca de alcanzar a uno de ellos. A todo esto sumábamos además que
los datos de avistamientos de OVNI’s, captados por el mismo radar, estaban
estimados en un total de entre 15 y 20 avistamientos anuales.
La construcción
se conservaba en buenas condiciones, aunque su interior había sido desvalijado…
como en la mayoría de los lugares que quedan abandonados. No obstante, si nos remontamos años atrás, merece la pena
destacar que en el momento en el que el acuartelamiento fue deshabilitado se
realizó un rastro con la gente de Alcoleja. Este municipio pertenece a la
comarca del Condado de Cocentaina y cuenta con aproximadamente 197 habitantes.
Por su cercanía con el acuartelamiento, unos cinco kilómetros, pudo realizarse
un intercambio del mobiliario. Únicamente debían desplazarse hasta el lugar. El
aspecto del interior de la residencia era decadente. Los actos vandálicos no
habían dejado ni una ventana en pie. Conforme avanzábamos por los infinitos
pasillos de aquel edificio, nos dábamos cuenta de ello. Con la luz de la
linterna nos abríamos paso entre la oscuridad, siempre atentos a cada
movimiento que realizábamos. Queríamos conocer la historia de aquel edificio y,
si era posible, hallar algún indicio del misterio del que tanto hablaban.
Comprobamos que la residencia contaba con tres pisos. En la plata baja se
encontraba lo que parecía ser un comedor, un recibidor y una cantina. El
comedor todavía conservaba parte de la historia del lugar en unos azulejos
pintados sobre las paredes. Éstas nos relataban la crónica de aquellos viajes en
burro tirando de carruajes; de los lugares en los que operaba el ejército de
aire, como Alcoy; y de las ciudades más cercanas al acuertelamiento. Incluso
podía verse reflejada la fe en la que un día fueron levantados los cimientos
del complejo a través de una representación de “La Última Cena”. Posiblemente
ésta misma predicara el ejemplo a seguir durante la hora de las comidas.
Las demás plantas de aquel edificio estaban destinadas a los dormitorios. Era curioso observar como todos ellos permanecían con las puertas cerradas, cómo si todavía alguien descansara en ellos y nosotros estuviéramos interrumpiendo su sueño. De entre todas las habitaciones hubo una que nos sorprendió frente a las demás. Nada más acceder en su interior nos topamos con una silla que reposaba al fondo del dormitorio y se encontraba encarada hacía la puerta. Aquella imagen en medio de la oscuridad se clavó en nuestras retinas, parecía que algo aguardara en ella esperando por alguna razón desconocida…
Las demás plantas de aquel edificio estaban destinadas a los dormitorios. Era curioso observar como todos ellos permanecían con las puertas cerradas, cómo si todavía alguien descansara en ellos y nosotros estuviéramos interrumpiendo su sueño. De entre todas las habitaciones hubo una que nos sorprendió frente a las demás. Nada más acceder en su interior nos topamos con una silla que reposaba al fondo del dormitorio y se encontraba encarada hacía la puerta. Aquella imagen en medio de la oscuridad se clavó en nuestras retinas, parecía que algo aguardara en ella esperando por alguna razón desconocida…
Una vez
terminamos el recorrido de la residencia, salimos al patio a través del
recibidor de la planta baja. Desde el exterior podía apreciarse la magnitud con
la que la vegetación había invadido la zona. Distinguimos varios arbustos, como
el rosal salvaje, que en muchos lugares impedían el paso. Los árboles habían
alcanzado considerables dimensiones, incluso algunos superaban los tres metros
de altitud, alcanzando a los edificios. La vida permanecía en el lugar, se
había reproducido en forma de seres fotosintéticos. En el pabellón deportivo encontramos
una cancha de baloncesto descubierta, también asediada por la espesura. Pero lo
que más nos llamó la atención fue el punto donde yacía el escudo del
acuartelamiento y EVA 5. En él se leía el lema “Siempre vigilantes”. Mientras
tomábamos fotos del monumento algo nos alertó de que aquella promesa escrita
seguía a día de hoy vigente. A pesar del fresco de la madrugada y de encontrarnos
en el exterior de una zona elevada de la montaña, una nube de calor invadió
nuestro cuerpo. La temperatura aumentó considerablemente en tan solo unos
segundos al unísono que se desvaneció. Los cuatro allí presentes fuimos
testigos de ello. Se comenta que cuando un ser perteneciente a otra dimensión
astral, y normalmente de energías inferiores a las humanas atraviesa un cuerpo,
la temperatura tiende a descender. Pero en este caso sentimos exactamente lo
contrario… no podría dar una explicación de lo que sucedió, aunque lo más
seguro es que la ciencia disponga de un razonamiento plenamente explicable de
los hechos. Tal vez se tratara de algún tipo de energía o “residuo espiritual”
anclado en el lugar, o por el contrario, puede que influyera algún factor
externo fácilmente explicable.
Después de
aquello decidimos salir hacia el estacionamiento, pues el ambiente se había
tornado pesado y se dificultaba la respiración. A escasos metros llegamos hasta
una cubierta metálica con lugar para los diferentes vehículos militares. Parte
de aquel estacionamiento extendido sobre la zona sur del lugar estaba inundado.
Las precipitaciones de los días previos encharcaron también las fosas de los
mismos. Este estacionamiento ocupaba gran parte del total del terreno, además
tenía acceso a la puerta trasera del complejo. Finalmente decidimos regresar
hasta la zona oeste de la edificación. Allí accedimos a un pequeño centro
médico u hospital militar, conectado a la residencia. Aquel edificio se
conservaba en mejor estado que los demás. Todavía mantenía intacta parte de su
estructura interna construida en el año 1957. Además, en la planta superior
preservaba un despacho con algún que otro documento esparcido por el suelo.
Para acceder a este edificio nos dirigimos hasta el recibidor, una vez dentro,
alcanzamos un pasillo que giraba a la derecha. En ese mismo momento comprobamos
que no estábamos solos. Uno de aquellos mamíferos voladores se descolgó de la
pared. Sobrevolaba el lugar agitado en busca de un espacio donde no reflejara
la luz de la linterna, así que seguimos avanzando por el pasillo. Otra pista
nos hizo averiguar que aquel lugar seguía en uso. Restos de cartuchos de balas
parecían indicar que el recinto se utilizaba para realizar prácticas militares.
Hecho que se sigue reproduciendo a día de hoy, 55 años después de que se
habilitara su uso en 1960.
El reloj ya
pasaba de las tres de la mañana. Nuestra visita en busca del misterio había concluido.
Nos esperaba un largo viaje mezclado entre curvas y naturaleza para reflexionar
sobre lo acontecido aquella noche. Para conectar todo aquello que investigamos
y para exponerlo de forma que cada uno extraiga sus propias conclusiones. No
volvimos solos, nos llevamos algo con nosotros. Aquello que solo algunas personas
a día de hoy tratan de rescatar. Me refiero a una parte de la historia del
acuartelamiento. Un aprendizaje impregnado en cada una de sus paredes, en el
suelo, en las habitaciones… en el exterior y en el interior del lugar. Una
bonita historia, salpicada con tintes de misterio que hoy trato de reflejar.
Texto y Imagenes cedidas por : Victor Olcina
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