Durante el sigo XIX la practica de espiritismo y estudio para las ciencias ocultas es primicia para muchas personas en aquellas épocas. Esta pseudociencia se arrelo con fuerza sobretodo en las zonas de Catalunya y Islas Baleares, como también diferentes capitales de provincia.
La sociedad estaba cautivada por una nueva moda, en una era de fuerte industrialización y una fe en España que empieza a ser cuestionada, con nuevas corrientes evangelistas y protestantes.
En una finca de Alcolecha (hoy TM de Sella), a los pies de la sierra de Aitana, nace Maria del Seguró. Nuestra protagonista se desplaza hasta Alicante para vivir y crear una familia, que dará fruto de un hijo.
Esta misma finca, a día de hoy aún se conserva en pie, donde un imponente edificio con dos grandes torres preside la entrada a un actual complejo de cabañas rurales.
Transcurrido un tiempo, la mujer queda viuda y eso obliga a que vuelva al pequeño municipio de Alcolecha. En este pueblo, sigue desarrollando y trabajando sus habilidades sobrenaturales, donde se le atribuyen poderes curativos o la capacidad de hablar con el mismo dios.
Pese a trabajar estos atributos paranormales, es una mujer fervientemente creyente, asistiendo periódicamente a misa y orando en sus ratos libres. Se cuenta que, en los actos de liturgia, entraba en trance, y no parecía afectarle el dolor que se le producía para comprobar la veracidad de sus "visiones".
En estas visiones, podía incluso levitar.
Uno de los reclamos populares de esta mujer era el de predecir las relaciones amorosas, guiándose, según ella, por las fases lunares, formas de nubes u otros fenómenos relacionados con el medio natural.
Por las noches, era habitual verla por las calles de Alcolecha, en busca de su hijo o familiares que acudían a partidas de juegos de azar. En la zona del interior de Alicante, es común el juego del Monte o Las Chapas, jugado en sitios de manera clandestina y donde gente ha perdido grandes fortunas, incluidas fincas o terrenos.
La fama de María del Seguró llegó a ser tal que incluso miembros de la iglesia de Penáguila llegaron a presenciar sus visiones.
En sus últimos años, María fue apartada de la vida diaria del pueblo por un supuesto caso de encantamiento a un hombre. Incluso en su lecho de muerte, se cuentan leyendas de que la vieron de nuevo, por las calles de Alcoleja, a altas horas de la noche.
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